jueves, 2 de abril de 2009

La despedida

Mientras el melancólico crepúsculo del atardecer me bañaba en su nostalgia, aquel cigarro se fundía en mis pensamientos. Allí estabas tú, resplandeciendo como naturalmente lo haces. Estaba tan enfocado en tus ojos, en tu alma, que olvide por completo aquellas palabras de advertencia, acerca de tu despedida. Recorrimos aquella zona llena de edificios, y todo parecía tan insignificante junto a ti. Recuerdo que sonreíste, y aquella maravillosa sonrisa me alegro tanto, que olvidé aun más aquello de tu partida.
De pronto llegamos a la estación de tren, pero yo, con alguna especie de amnesia, no me di cuenta que te había acompañado a despedirte. Jamás olvidaré mi propia cara, de angustia y arrepentimiento. Aquel arrepentimiento por no tener valor y fuerza suficiente. Valor para pedirte que te quedaras, y fuerza para soportar tu partida.
Ya era muy tarde, cuando mi consciente receptó aquellas lacerantes palabras que decían que era momento de marcharse, y que no sabías cuando nos volveríamos a ver. Sin embargo, aun me sentía confundido, y mientras veía como subías al tren para marcharte. Aquel tren partió, y sentí como el silencio y la tristeza, me atraparon, sin nada que decir, sólo una gota de pensamientos surgió de mí.


Autor: Alfonso Tamayo
Fotografía: Omar Serrano (flickr)

2 comentarios:

Omar Serrano dijo...

Las despedidas siempre, siempre son tristes...

Jerry dijo...

muy triste =(