
De pronto llegamos a la estación de tren, pero yo, con alguna especie de amnesia, no me di cuenta que te había acompañado a despedirte. Jamás olvidaré mi propia cara, de angustia y arrepentimiento. Aquel arrepentimiento por no tener valor y fuerza suficiente. Valor para pedirte que te quedaras, y fuerza para soportar tu partida.
Ya era muy tarde, cuando mi consciente receptó aquellas lacerantes palabras que decían que era momento de marcharse, y que no sabías cuando nos volveríamos a ver. Sin embargo, aun me sentía confundido, y mientras veía como subías al tren para marcharte. Aquel tren partió, y sentí como el silencio y la tristeza, me atraparon, sin nada que decir, sólo una gota de pensamientos surgió de mí.
Autor: Alfonso Tamayo
Fotografía: Omar Serrano (flickr)
2 comentarios:
Las despedidas siempre, siempre son tristes...
muy triste =(
Publicar un comentario